Sunday, April 09, 2006

El Rey en Huelga

Mi impaciencia me carcomía. Mientras mi carruaje bajaba por la ladera dejando atrás mi refugio de los últimos dos años, no podía dejar de emocionarme pensando en la calurosa bienvenida con la que mis súbditos recibirían a quien vertebra y da sentido a su patria: Su amado Monarca


A fin las pocas dudas que me asaltaban algunas noches durante mis primeros meses de exilio desaparecerían para siempre. Por fin quedaría claro que las privaciones a las que me tuve que someter desde hace un par de años bien han valido la pena. No importa que haya tenido que pasar todo este tiempo en el mismo castillo, no importa que haya tenido que arreglármelas con la mitad de lso sirvientes a los que estaba acostumbrado. Todo este tiempo alejado de expediciones de caza, cortejos e invitaciones de diplomáticos extranjeros habrí,an valido la pena: Se habría reestablecido el sistema de cosas tal como debería ser, como todo el mundo comprendía a pesar de la nefasta influencia de esos comunistas, ateos, y extrangerizantes cuya única meta era confundir a la juventud


Mientras iba dejando atrás las montañas no pude menos que sentir un poco de lástima por aquellos justos que seguramente habrán tenido que pagar las culpas de los pecadores. Lamentablemente, mucha gente se habrá visto perjudicada por las consecuencias de mi drástica decisión. Sin haber un Rey que firme los decretos, muchos actos jurídicos se habrán malogrado, por má,s que el Congreso (Esa instituci&oacaute;n tomada por los demagogos a causa de la imprudencia de la juventud inexperta) siguiera trabajando normalmente, sus leyes no tendrín ningún valor sin mi firma. La diplomacia, que es mi responsabilidad, estaría paralizada y nuestro país serí,a sólo una mancha más en el mapa o una bandera especialmente colorida ¿Quién firmaría los tratados internacionales si no estuviera yo? ¿Qué plebeyo podría reemplazarme frente a los demás líderes mundiales que sólo está a mi altura? Y el ejército ¿Qué, sería de esa venerable institución, tal vez la única reserva de seriedad ante la corrupción de la sociedad, sin su comandante en jefe? No sé cómo se las arreglarían frente a una invasión exterior sin mi comand. Espero que esos bárbaros del sur, con sus doctrinas erradas y sus costumbres salvajes, no hayan llegado a tanto.


Pero con mi regreso todo mal se arreglará, a estas alturas ya todos sabrán qué, es vivir sin su Rey y no lo querraacute;n vivir en carne propia otra vez. Y si algún demagogo se atreve a decir lo contrario, seguro que la multitud lo lincharáa antes de que mis tropas lleguen a llevárselo. Ya nadie cuestionará, la moral que enseñan mis sacerdotes. Ya nadie cuestionará mi autoridad.


Se nota que ya estamos llegando a la civilización, o lo que queda de ella, porque ahí hay un cartel de tránsito. ¿Qué? Extráñamente dice "Repú,blica Federal de" en vez de "Reino de", tendré que despedir al Director de Vialidad ni bien reasuma mi cargo. Pero no importa, estoy sólo a unos minutos de mi entrada triunfal

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